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Revisión del papel de la mujer música en el audiovisual

Actualizado: 8 may 2020

Como muchos ya sabéis, o podéis imaginar, la industria cinematográfica es un entorno que ha sido históricamente dominado y liderado por hombres, en su mayoría caucásicos. Lo podemos aplicar a todo tipo de profesiones (dirección, producción, técnicos, guionistas...), pero está claramente acentuado en la relación entre el número de compositores y compositoras. Este hecho se demuestra con una sencilla pregunta, si os preguntamos cuál es vuestra banda sonora favorita, ¿qué contestarías? Por ahora no tenemos la capacidad de leer mentes pero aseguraríamos cualquier cosa a que muchas de las respuestas serían: las bandas sonoras musicales de Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), La Lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993), Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), El Señor de Los Anillos (Peter Jackson, 2001), El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014), Interstellar (Christopher Nolan, 2014) y un largo etcétera.


Si algo tienen en común estas bandas sonoras es el hecho de que han sido compuestas por hombres. Nombres como Ennio Morricone, John Williams, Yann Tiersen, Howard Shore, Alexander Desplat y Hans Zimmer forman parte de nuestro ideario sobre música de cine. 


Y ahora bien, ¿dónde ha quedado el trabajo realizado ellas? Estamos seguras de que no muchos cinéfilos serían capaces de recordar el nombre de la inglesa Rachel Portman, primera mujer en ser galardonada con el Oscar a Mejor Banda Sonora Original en su 69ª edición por la película Emma (Douglas McGrath, 1996). Al año siguiente el premio volvió a recibirlo otra mujer: Anne Dudley, por The Full Monty (Peter Cattaneo, 1997), pero esta anomalía dejó de producirse hasta febrero de 2020, cuando la compositora y chelista islandesa Hildur Guðnadóttir ganó la estatuilla por su composición para la película Joker (Tod Phillips, 2019). 23 son los años que han pasado, durante los cuales solo el nombre de una mujer apareció entre los nominados: la compositora, productora y cantante Mica Levi por su excepcional trabajo musicalizando la película Jackie (Pablo Larraín, 2016) con una banda sonora minimalista y experimental que, sin buscarlo, consigue romper con el habitual tipo de música cinematográfica que solemos ver nominada en estos premios.


De momento nos hemos servido de palabras para introducirnos en la objetiva presencia de compositoras. Ahora serán ellas con su música las que os abrirán los ojos. Hemos realizado una selección de sus trabajos y los de otras mujeres para que escuchéis mientras continuáis leyendo la entrada. Entre los temas encontraréis la música de Paloma Peñarrubia para Bajo la piel del lobo (Samu Fuentes, 2018), Laura Karpman para Paris Can Wait (Eleanor Coppola, 2017) o la de Jocelyn Pook para Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999).



Parece ser que la mujer siempre que ha triunfado lo ha hecho por su cuerpo, dedicándose a la interpretación, y no por su intelecto. Esta es una de las primeras dualidades a las que nos enfrentamos, tal y  como afirmaba Max Weber, “en la cultura occidental, el predominio de lo masculino es un hecho social inseparable del primado absoluto de la racionalidad, llevada a todos los órdenes de la vida, incluida la música”.


Debemos reconocer que no es tarea fácil encontrar compositoras de bandas sonoras dentro de Hollywood y resulta mucho más factible si nos centramos en películas independientes o con un presupuesto mucho menor. ¿Por qué ocurre esto? En 2020 mantenemos la herencia de un pasado en el que las mujeres apenas tenían acceso al mundo de las artes y, en general, a la vida social, política y económica.


Desde la Musicología feminista proponemos, tomando el género como objeto de estudio, una reflexión analítica sobre la presencia de la mujer en el audiovisual. Para tener una consciencia plena de su existencia debemos adoptar nuevas perspectivas que nosotras hemos resumido brevemente en los siguientes aspectos:


  • Nuestro interés por el tema proviene de la experiencia personal, alcanzando un tono académico debido al espacio en el que nos encontramos.

  • Sabemos cuál es nuestra perspectiva y no tiene por qué coincidir con la de todos los lectores, por lo que aceptamos y animamos a la participación con la justificación de diferentes metodologías.

  • Como fenómeno audiovisual, el cine es bastante accesible y no podemos hacer una aproximación desde un único ámbito. El enriquecimiento interdisciplinar está vinculado al atractivo social.

  • Hemos optado por un lenguaje cercano y, en ocasiones, irónico porque todas nos hemos visto en situaciones en las que se nos ha despreciado, o simplemente abochornado. Queremos ser claras y concisas con nuestro mensaje, aunque sea un blog con tintes académicos.


Entre los problemas a los que se enfrentan las mujeres a la hora de entrar -y permanecer- en la industria cinematográfica nos encontramos la falta de referencialidad en la motivación inicial, la baja presencia del sector femenino, la desigualdad de oportunidades, el difícil acceso de las mujeres a cargos de liderazgo o la, por desgracia, aún actual diferencia de sueldo con respecto a los hombres. Todos ellos están ligados a que en la mayor parte de proyectos, el poder de decisión recae sobre ellos, de los cuales una gran parte ignora que esto suponga un problema, una gran desventaja para el afán profesional de ellas.


Pilar Ramos en el artículo Luces y sombras en los estudios sobre las mujeres y la música habla sobre la poca visibilidad de las mujeres: 


“[...] si se comparan las notas a los conciertos de música contemporánea, discos o páginas de Internet, salta a la vista que los currículums de las compositoras tienden a ser menos grandilocuentes. Lejos de mi intención está el sugerir que las autoras sean inmunes a la megalomanía. Como señalé al principio, no creo en esencias ni en un único modo de ser mujer u hombre. Sin embargo, pienso que, por razones socioculturales, por razones, justamente, de identidad de género, las compositoras tienden, al menos en la actualidad, a presentarse con menos alharacas que sus colegas varones”.


Entre las soluciones que vemos plausibles están la introducción de cuotas a favor de escuchar las voces de las mujeres en el ámbito de la producción artística e intelectual, una contratación honesta en la que se valoren las competencias y no el físico o el género, un impulso del reconocimiento de la contribución de las mujeres no solo en el pasado, sino también en el presente y su introducción en el canon de bandas sonoras. Es hora de que el cambio social que estamos realizando desde hace unos años se refleje también en la industria audiovisual.


Claudia y Fátima

 
 
 

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